Harfuch toma la UIF y va por el corazón del poder



Alonso Quijano 

3 de agosto de 2025

En política no hay coincidencias, y menos cuando se trata de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), el órgano que custodia los secretos monetarios del poder. La sorpresiva salida de Pablo Gómez Álvarez del organismo no fue sólo un relevo administrativo, sino una jugada quirúrgica que redefine el equilibrio dentro del gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación. Con aroma a presión externa, y precisión quirúrgica desde Palacio Nacional, el pragmatismo ha ganado otra batalla.

Detrás de esta reconfiguración aparece un nombre que no deja de escalar: Omar García Harfuch. Aunque la presidencia aún le queda lejos en el calendario, su influencia ya opera en los centros neurálgicos del gobierno. La llegada de Omar Reyes Colmenares —su operador de confianza desde los años en la Secretaría de Seguridad— al frente de la UIF no sólo garantiza lealtad, sino también una agenda clara: el combate interno contra los resabios del viejo régimen dentro de Morena.

Esta jugada política es un mensaje con múltiples destinatarios. Para Washington, representa un intento de retomar el control institucional de la lucha contra el lavado de dinero, en medio de crecientes sospechas sobre la laxitud de México en esa materia. Para los adversarios internos de Harfuch, especialmente el grupo político encabezado por Adán Augusto López, es una amenaza directa. Y para los votantes y aliados estratégicos, es un gesto de firmeza: la 4T, aunque fracturada, aún tiene músculo.

Desde ahora, las investigaciones financieras más delicadas girarán en torno al sureste del país. Tabasco y sus satélites —refugio de una élite política que floreció con contratos públicos, tráfico de influencias y escándalos como el de Segalmex— se convierten en el nuevo blanco. No se trata de una persecución política al uso, sino de una depuración interna: el oficialismo va contra su propia sombra.

Reyes Colmenares no ha llegado a improvisar. Se habla ya de carpetas que estaban listas, sólo esperando el cambio de timón. Pemex, CFE, Fonatur, y otras dependencias donde los tentáculos del grupo tabasqueño operaron a placer, están en la mira. A diferencia de la gestión de Pablo Gómez, más contenida y académica, esta nueva etapa será frontal, sin disimulo, con fines políticos evidentes.

Con este movimiento, Harfuch amplía su control sobre una de las herramientas más poderosas del Estado. Y si alguien dudaba que el exjefe de la policía capitalina juega en serio por el futuro del país, basta con ver que ya no necesita candidaturas formales para ejercer poder real. La UIF no sólo investiga: condiciona, negocia, filtra, presiona. Es la caja negra del sistema.

En un sexenio donde las batallas internas se han vuelto tan feroces como las externas, la toma de la UIF por el ala pragmática de Morena redefine el mapa. El juego rumbo al 2030 comenzó, y Harfuch, silencioso pero eficaz, ya tiene la primera pieza clave bajo su mando.