
Jorge Montejo
La autodenominada “cuarta transformación” prometió sepultar los vicios del viejo régimen priista, esos mismos que durante décadas sirvieron de ejemplo del derroche y la ostentación. Sin embargo, bastaron unos cuantos años para que varios morenistas se exhibieran con relojes, joyas, viajes y propiedades que rivalizan —y en ocasiones superan— las del PRI que tanto criticaron. Lo irónico es que, mientras Salinas de Gortari podía aparecer en público con un Casio F-91W y guardar las apariencias de la “justa medianía”, los nuevos “socialistas con conciencia de clase” predican austeridad con una mano mientras con la otra presumen lujos que harían sonrojar a más de un exgobernador priista.
Lo peor del asunto es que estos políticos no solo repiten las viejas mañas, sino que además se ufanan de ser distintos, cuando en la práctica son copias baratas del priismo que juraban combatir. Y como dice el dicho, “el que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver”: en Morena, la promesa de la austeridad republicana terminó convertida en una pasarela de excesos, con dirigentes que se rodean de privilegios mientras aplauden a rabiar sus propios discursos contra la desigualdad. Si esto es el “cambio verdadero”, más de uno ya empieza a extrañar la vieja hipocresía priista, que al menos era menos estridente.