¿PRI al borde de la extinción?



Jorge Montejo

27 de septiembre de 2025

Dicen que el PRI está en agonía, que su fin es inminente, que apenas sobrevive como un fósil político en los libros de historia. Luisa Alcalde, con toda la solemnidad de quien dirige el partido en el poder, aseguró que el tricolor atraviesa su ocaso y que está a punto de extinguirse. Pero basta con mirar alrededor para notar que el dinosaurio no solo sigue aquí: se pintó de guinda, se puso una gorra de la 4T y hoy se pasea como si nada hubiera pasado.

Morena presume ser el partido del cambio, pero sus pasillos están llenos de exgobernadores, exsenadores y exlíderes priístas que encontraron casa nueva sin tener que cambiar de mañas. Ahí está Omar Fayad, premiado con una embajada después de que su grupo político se incrustó con naturalidad en el morenismo hidalguense. Y no es el único: de norte a sur, alcaldes, diputados y operadores del viejo régimen encontraron la manera de reciclarse bajo la promesa de la “transformación”.

El discurso oficial insiste en que el PRI está acabado, pero la realidad es que ese muerto goza de cabal salud… dentro de Morena. Cambió de colores, sí; cambió de logo, también; pero el ADN priísta —el del clientelismo, el del pacto en lo oscurito y la lealtad al poderoso de turno— late más fuerte que nunca en el corazón guinda.

Así que no, el PRI no se extingue: muta, se transforma, se infiltra. Y mientras unos celebran funerales anticipados, otros se ríen en lo oscurito porque saben que, al final, la partidocracia mexicana siempre encuentra la manera de sobrevivir. Morena no mató al PRI, lo clonó con su propio laboratorio. Y ahí anda, vivito y coleando, disfrazado de “cuarta transformación”.