La casa de Noroña en Tepoztlán: Un símbolo de corrupción y privilegios



Jaqueline Sagahón

14 de septiembre de 2025

El escándalo alrededor de la residencia que el senador Gerardo Fernández Noroña presume en Tepoztlán sigue creciendo. La vivienda, valuada en alrededor de 12 millones de pesos, no solo levanta sospechas por la forma en que fue adquirida, sino también por el trasfondo fiscal y agrario que envuelve la operación. La propiedad fue vendida “a pagos”, como el propio legislador reconoció, por una ciudadana austriaca de nombre Gisela María “N”, de quien se supo gracias al código QR de la factura que el mismo Noroña subió a sus redes sociales.

La vendedora, originaria de Salzburgo, Austria, no es una figura desconocida. Licenciada en Psicoanálisis y Psicoterapia, autora de libros sobre chakras —entre ellos Libérate, sana a través de tus chakras, publicado por editorial Porrúa—, discípula de la sanadora Barbara Brennan y fundadora del instituto Kuthumi, lleva más de 25 años residiendo en México. Su perfil espiritual contrasta con el tipo de señalamientos oficiales que arrastra, pues aparece en listados públicos del SAT en 2014, 2017 y 2022, bajo categorías vinculadas con incumplimiento fiscal y no localización de contribuyentes. Documentos disponibles al público muestran que su nombre está ligado a las disposiciones de la Regla I.1.3 de la Resolución Miscelánea Fiscal, que exhibe a quienes, además de no ser localizables, presentan incumplimientos sistemáticos en sus obligaciones tributarias.

Más llamativo aún resulta el pago de impuestos por el inmueble. Según la boleta de predial que el propio Fernández Noroña compartió, la contribución anual por la casa de 1,200 metros cuadrados de terreno asciende a apenas 3,777 pesos, una cifra irrisoria en comparación con el valor del predio. La factura de la venta, además, aparece con un RFC genérico, pese a que la ciudadana austriaca sí cuenta con RFC registrado. Un detalle que levanta más preguntas que respuestas.

El caso tomó un giro social el pasado 29 de agosto, cuando comuneros de Tepoztlán se manifestaron frente a la residencia del senador. Con pancartas y consignas, exigieron respeto a las tierras comunales, asegurando que los terrenos donde se ubica la propiedad pertenecen al polígono de bienes colectivos y que, por lo tanto, carecen de título individual. De acuerdo con la normativa agraria, estas tierras no pueden venderse ni traspasarse sin el consentimiento de la asamblea comunal, condición que —afirman los vecinos— no se cumplió.

“¡El suelo de Tepoztlán es comunal, ya basta de fraudes y corrupción, fuera Noroña!”, gritaron los manifestantes frente a la lujosa residencia, en una protesta que dejó en evidencia el choque entre el discurso político del legislador y la realidad material de su nueva adquisición. En videos difundidos en redes sociales se escucha a los pobladores reiterar que las tierras comunales son inalienables y que la presencia del senador representa un acto de aprovechamiento político en perjuicio de la comunidad.

La polémica combina así tres ingredientes explosivos: la dudosa legalidad agraria de la compraventa, las irregularidades fiscales de la vendedora y la sospechosa cantidad de predial que se paga por la propiedad. Fernández Noroña, quien gusta de presentarse como un político austero y defensor del pueblo, enfrenta ahora un caso que amenaza con exhibir lo contrario: un ejemplo de cómo el poder y la influencia pueden doblar reglas que para cualquier ciudadano común resultan infranqueables.