
Alonso Quijano
15 de octubre de 2025
El caso de José María Tapia Franco es el espejo más nítido del gatopardismo mexicano: el arte de disfrazar de “transformación” la continuidad del poder. Exdirector del Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN) durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, Tapia fue candidato de Morena a la alcaldía de Querétaro en 2024. El mismo funcionario que administró los recursos del desastre nacional —y que fue señalado por desvíos millonarios y contratos inflados— terminó abanderado por el partido que prometió barrer la corrupción “de arriba hacia abajo”.
El discurso oficial de la Cuarta Transformación justificó la desaparición del FONDEN bajo el argumento de que era “un fondo plagado de corrupción”. Sin embargo, el mismo gobierno que lo denunció hoy abraza al hombre que lo dirigió, lo impulsa políticamente y lo presume como parte del nuevo régimen. No se trata de redención, sino de reciclaje político.

Durante la pandemia de Covid-19, Tapia creó una empresa que obtuvo de la Secretaría de la Defensa Nacional un contrato “extraurgente” por 52.6 millones de euros —más de 1,280 millones de pesos— para la venta de 1,330 ventiladores, adquiridos con un sobreprecio de 123%. Aun con esas irregularidades, nunca enfrentó sanciones. En cambio, Morena lo integró como aliado, demostrando que la “austeridad republicana” tiene excepciones cuando conviene al proyecto.
Tapia no solo arrastra ese historial: su fortuna creció vertiginosamente. Posee una mansión en Texas, una residencia en Querétaro, un departamento en Acapulco y participación en 18 restaurantes. Todo en tiempo récord, tras su paso por el fondo que debía socorrer a damnificados.
La Auditoría Superior de la Federación detectó en el FONDEN anomalías por más de 347 millones de pesos durante los años en que Tapia estuvo al frente. Sin embargo, ninguna denuncia penal prosperó. Hoy, el hombre que fue símbolo de la corrupción priista se reinventa como rostro del nuevo poder guinda.
El gatopardismo tiene nombre, rostro y cuenta bancaria. Morena no transformó al sistema: lo absorbió. Los priistas de ayer son los morenistas de hoy. El FONDEN desapareció, sí… pero sus operadores encontraron refugio en la “transformación” que prometía un país distinto y terminó siendo más de lo mismo, solo pintado de otro color.