El PRI sigue aquí



Julio Gálvez

2 de octubre de 2025

La historia política de México no se mueve en círculos, sino en espirales que aparentan cambio, pero siempre vuelven al mismo punto. Hoy, la Cuarta Transformación se presenta como ruptura, como el fin del viejo régimen, cuando en realidad no es más que la reedición de un sistema que nunca murió. El PRI, con sus métodos de control, su clientelismo y su lógica patrimonialista, sigue aquí, disfrazado de Morena, oculto bajo el ropaje de un discurso que promete justicia social mientras reproduce las mismas prácticas de manipulación, represión y simulacro democrático que durante décadas caracterizaron al partido hegemónico.

La ciencia política nos ofrece una advertencia que parece hecha a la medida de nuestra tragedia nacional: las élites, aun cuando cambien de nombre o de color, preservan el poder mediante mecanismos que se presentan como democráticos, pero que en el fondo no hacen sino perpetuar las estructuras de dominación. Maurice Duverger hablaba del “partido de masas” como instrumento para absorber el descontento social y transformarlo en obediencia; Giovanni Sartori advertía que los sistemas de partido único disfrazado de pluralismo solo sirven para administrar la ilusión del cambio; y Michels, con su célebre “ley de hierro de la oligarquía”, nos recordó que toda organización política, por más revolucionaria que se proclame, termina secuestrada por una élite que jamás renuncia a su monopolio de poder.

Morena ha jugado esa carta con maestría maquiavélica: convenció a millones de que representaba la derrota del viejo PRI, pero en realidad se trataba de su renacimiento. Allí donde el PRI fue corporativismo, Morena es clientelismo electoral disfrazado de programas sociales; donde el PRI utilizó el aparato del Estado para sofocar a la oposición, Morena utiliza la persecución fiscal, el linchamiento mediático y la captura de instituciones judiciales. La única diferencia es que ahora todo se vende bajo el discurso del pueblo, la justicia y la “transformación histórica”.

El pueblo mexicano creyó que derribaba al dinosaurio, sin darse cuenta de que éste solo había mudado la piel. La supuesta “nueva era” de la política mexicana no es más que la continuidad del mismo sistema centralista, presidencialista y autoritario, con una máscara distinta. El PRI no fue derrotado en 2018: fue reciclado, modernizado y maquillado con los colores de Morena. La 4T no es una transformación, es un reciclaje; no es una ruptura, es una perversidad política que radica en haber hecho creer al pueblo que había vencido al monstruo, cuando en realidad lo alimentaba.

Así, lo que se presenta como revolución es en realidad conservación; lo que se vende como justicia social es la reconfiguración de las viejas redes de poder; y lo que se grita como democracia es apenas un espejismo que esconde la permanencia de un régimen que lleva más de 90 años dominando México. El PRI sigue aquí, invisible solo para quienes quieren creer en el mito del cambio. Pero los hechos, la historia y la ciencia política nos muestran la verdad: la maquinaria sigue intacta, los métodos siguen vigentes y los nombres, apenas maquillados, repiten la misma liturgia del poder.