
Alonso Quijano
27 de octubre de 2025 
El expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León reapareció en el debate público con una entrevista para el diario español El Mundo, en la que lanzó una crítica tajante al partido Morena y al rumbo político que, en su opinión, ha tomado México. A juicio de Zedillo, lo que ocurre en el país no es simplemente un cambio de gobierno, sino la instauración de un modelo que “juega con las reglas de la democracia para destruirla”.
Zedillo acusó a Morena de haber “copiado lo peor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y nada de lo bueno”, al reprochar que el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador reutiliza viejas prácticas de control, clientelismo y concentración del poder que se pensaban superadas.
El exmandatario sostuvo que el régimen cuya continuidad observa en la figura de Claudia Sheinbaum —quien hoy encabeza el poder ejecutivo federal— ha alterado el equilibrio institucional mexicano: “Desmantelaron el Poder Judicial, se apoderaron del control de los órganos electorales y anularon reformas consensuadas”. Para Zedillo, se trata de una estrategia clara de autoritarismo encubierto, pues explicó que “los nuevos autócratas no buscan el poder a través de un golpe de Estado…, sino que juegan con las reglas de la democracia para destruirla, una vez que han accedido al poder gracias a ella”.
El señalamiento adquiere varias aristas relevantes: primero, la acusación de clientelismo político en el uso de programas sociales, de propaganda con cargo al erario y del sacrificio de áreas clave como educación y salud para sostener un proyecto de poder. Segundo, el modelo de intervención estatal fuerte, militarización de la seguridad pública y concentración de atribuciones en la órbita del ejecutivo. Tercero, la advertencia de que la “joven democracia mexicana ha muerto”, en sus propias palabras, al quedar sin contrapesos reales.
Resulta significativo que las declaraciones de Zedillo provengan de un expresidente del PRI, partido al que él mismo perteneció. Él reconoce que dicho partido “tuvo luces y sombras”, pero distingue que en su sexenio y en el periodo posterior fueron posibles ciertos avances institucionales que hoy considera revertidos. En ese sentido, su voz adquiere un matiz doble: por un lado la autocrítica de parte de alguien que fue actor del sistema y, por otro, la alarma sobre su degeneración hacia formas de poder que imitan el pasado autoritario.
Desde la perspectiva política, esta intervención plantea varios desafíos a considerar. ¿Qué tan reales son las reformas que mencionan un retorno a prácticas de partido hegemónico? ¿Qué frenos institucionales quedan ante lo que Zedillo describe como “partido de poder” y “control total”? Y ¿cómo interpretamos la continuidad de ese modelo bajo la etiqueta de transformación y cambio que desde el gobierno se proclama como “Cuarta Transformación”?
Para un lector interesado en la reforma judicial, la libertad de expresión y el derecho de amparo —áreas que usted, como abogado especializado, analiza cotidianamente—, las afirmaciones de Zedillo contienen dos alertas claves: una, la debilitación del sistema de contrapesos (judicial, electoral, mediático). Dos, la normalización de la concentración de poder desde adentro, sin incumplimiento formal del marco democrático —lo que la hace más difícil de contener.
No obstante, es imprescindible matizar: las declaraciones de Zedillo operan dentro de un debate polarizado. Sus reconocimientos de los logros del PRI en su momento, pero también su implicación en el sistema vigente, requieren que cualquier análisis las coloque en contexto. La historia política de México, tan marcada por rupturas y continuidades, no permite conclusiones simplistas. Identificar “atributos autoritarios” en el presente exige evidencias específicas, no sólo retórica.
En conclusión, la entrevista de Zedillo abre un espacio de reflexión incómoda: si México está o no en una ruta de deterioro democrático acelerado, y qué papel desempeñan las instituciones, los partidos de oposición, la sociedad civil y los abogados en revertirlo. Su planteamiento no es simplemente una crítica de gobierno, sino una advertencia sobre la transformación de la forma democrática en un instrumento de perpetuación del poder.
El expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León reapareció en el debate público con una entrevista para el diario español El Mundo, en la que lanzó una crítica tajante al partido Morena y al rumbo político que, en su opinión, ha tomado México. A juicio de Zedillo, lo que ocurre en el país no es simplemente un cambio de gobierno, sino la instauración de un modelo que “juega con las reglas de la democracia para destruirla”.
Zedillo acusó a Morena de haber “copiado lo peor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y nada de lo bueno”, al reprochar que el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador reutiliza viejas prácticas de control, clientelismo y concentración del poder que se pensaban superadas.
El exmandatario sostuvo que el régimen cuya continuidad observa en la figura de Claudia Sheinbaum —quien hoy encabeza el poder ejecutivo federal— ha alterado el equilibrio institucional mexicano: “Desmantelaron el Poder Judicial, se apoderaron del control de los órganos electorales y anularon reformas consensuadas”. Para Zedillo, se trata de una estrategia clara de autoritarismo encubierto, pues explicó que “los nuevos autócratas no buscan el poder a través de un golpe de Estado…, sino que juegan con las reglas de la democracia para destruirla, una vez que han accedido al poder gracias a ella”.
El señalamiento adquiere varias aristas relevantes: primero, la acusación de clientelismo político en el uso de programas sociales, de propaganda con cargo al erario y del sacrificio de áreas clave como educación y salud para sostener un proyecto de poder. Segundo, el modelo de intervención estatal fuerte, militarización de la seguridad pública y concentración de atribuciones en la órbita del ejecutivo. Tercero, la advertencia de que la “joven democracia mexicana ha muerto”, en sus propias palabras, al quedar sin contrapesos reales.
Resulta significativo que las declaraciones de Zedillo provengan de un expresidente del PRI, partido al que él mismo perteneció. Él reconoce que dicho partido “tuvo luces y sombras”, pero distingue que en su sexenio y en el periodo posterior fueron posibles ciertos avances institucionales que hoy considera revertidos. En ese sentido, su voz adquiere un matiz doble: por un lado la autocrítica de parte de alguien que fue actor del sistema y, por otro, la alarma sobre su degeneración hacia formas de poder que imitan el pasado autoritario.
Desde la perspectiva política, esta intervención plantea varios desafíos a considerar. ¿Qué tan reales son las reformas que mencionan un retorno a prácticas de partido hegemónico? ¿Qué frenos institucionales quedan ante lo que Zedillo describe como “partido de poder” y “control total”? Y ¿cómo interpretamos la continuidad de ese modelo bajo la etiqueta de transformación y cambio que desde el gobierno se proclama como “Cuarta Transformación”?
Para un lector interesado en la reforma judicial, la libertad de expresión y el derecho de amparo —áreas que usted, como abogado especializado, analiza cotidianamente—, las afirmaciones de Zedillo contienen dos alertas claves: una, la debilitación del sistema de contrapesos (judicial, electoral, mediático). Dos, la normalización de la concentración de poder desde adentro, sin incumplimiento formal del marco democrático —lo que la hace más difícil de contener.
No obstante, es imprescindible matizar: las declaraciones de Zedillo operan dentro de un debate polarizado. Sus reconocimientos de los logros del PRI en su momento, pero también su implicación en el sistema vigente, requieren que cualquier análisis las coloque en contexto. La historia política de México, tan marcada por rupturas y continuidades, no permite conclusiones simplistas. Identificar “atributos autoritarios” en el presente exige evidencias específicas, no sólo retórica.
En conclusión, la entrevista de Zedillo abre un espacio de reflexión incómoda: si México está o no en una ruta de deterioro democrático acelerado, y qué papel desempeñan las instituciones, los partidos de oposición, la sociedad civil y los abogados en revertirlo. Su planteamiento no es simplemente una crítica de gobierno, sino una advertencia sobre la transformación de la forma democrática en un instrumento de perpetuación del poder.
 
 
 
 
 
