Grandeza: México no nació inferior, lo hicieron inferior


 
5 de diciembre de 2025 

El nuevo libro de Andrés Manuel López Obrador, Grandeza, es un ejercicio de reinterpretación histórica que busca desmontar los prejuicios y la narrativa eurocéntrica que durante siglos han moldeado la identidad del mexicano. AMLO parte de una premisa contundente: la bondad, la ética comunitaria y la resiliencia del pueblo mexicano provienen de las civilizaciones mesoamericanas, no de las estructuras coloniales que llegaron a destruirlas. Su objetivo es reivindicar ese legado profundo, silenciado por la historia oficial, y denunciar las distorsiones que la élite ha impuesto para mantener una estructura de poder basada en el desprecio hacia lo propio. Esta postura se sostiene en un abanico de referencias académicas —antropológicas, históricas, sociológicas y científicas— y en la convicción de que el México prehispánico fue una potencia cultural injustamente denigrada para justificar la violencia colonial.

En el corazón del libro se encuentra la crítica al sentimiento de inferioridad que los mexicanos han arrastrado durante generaciones. López Obrador afirma que ese complejo tiene un origen claro y calculado: la colonización mental iniciada por los conquistadores y reforzada por las élites criollas, porfiristas y contemporáneas. Desde los estigmas racistas hasta el clasismo cotidiano, el autor identifica un hilo conductor que une insultos, jerarquías sociales, aspiraciones europeizantes y auto-desprecio. Todo ello, sostiene, no revela defectos inherentes del mexicano, sino un diseño ideológico al servicio de quienes han gobernado el país. El mexicano no nació acomplejado: fue condicionado para sentirse menos. Este argumento, lejos de ser retórico, está respaldado por siglos de manipulación simbólica que López Obrador rastrea con detalle, al tiempo que denuncia la “historia falsa” que se ha contado para perpetuar ese estado psicológico colectivo.

En esta parte del análisis el libro coincide plenamente con la reflexión crítica que el suscriptor de este artículo ha desarrollado durante años en Nuevo Gráfico. Aquí hemos sostenido que la identidad del mexicano fue fabricada por la élite política y económica a partir del trauma de la Conquista, y que ese sentimiento de inferioridad —junto con expresiones profundamente arraigadas de machismo, racismo y obediencia cultural— fue utilizado para dominar a la población. En numerosos artículos de este proyecto editorial advertimos que la clase política reconstruyó una identidad nacional artificial que reforzaba la dependencia simbólica del pueblo frente a sus gobernantes, perpetuando una narrativa de auto-desprecio y aspiración a modelos ajenos. López Obrador, desde su propio marco histórico y político, llega al mismo diagnóstico: las élites impusieron una identidad colonizada, diseñada para dividir, someter y mantener al mexicano alejado de la grandeza de su origen. La coincidencia resulta notable y confirma que este debate no es nuevo, sino parte de un proceso más amplio de recuperación del pensamiento crítico sobre lo que significa ser mexicano.

AMLO también desarticula la narrativa clásica que atribuyó a las culturas originarias prácticas de barbarie como sacrificios humanos y canibalismo, explicando que muchas de estas afirmaciones fueron construcciones políticas de los conquistadores para justificar su brutalidad. El libro sostiene que la supuesta barbarie indígena fue un invento propagandístico que ocultó la voracidad de quienes esclavizaron, expoliaron y devastaron territorios enteros. Esta reinterpretación confronta de manera frontal la visión dominante que, durante siglos, ensalzó la “civilización” europea mientras silenciaba o deformaba la sofisticación ética, científica y espiritual de las culturas mesoamericanas.

La recepción del libro ha sido polarizada, como ocurre con todo lo que emana de la figura de López Obrador. Para algunos es un acto necesario de justicia histórica que devuelve dignidad a un pasado negado; para otros, una exageración indigenista o una lectura políticamente interesada. Sin embargo, más allá de la controversia, Grandeza cumple una función esencial: obliga a revisar críticamente la historia que nos contaron, las narrativas que internalizamos y los complejos que heredamos sin cuestionarlos. Que un expresidente ponga en el centro del debate el tema de la colonización mental, el racismo estructural y la manipulación identitaria no es menor; implica reconocer que las heridas históricas siguen abiertas y que requieren un proceso activo de relectura colectiva.

Grandeza se convierte así en una obra incómoda y necesaria. Incómoda para quienes se beneficiaron de la historia oficial y para quienes aún ven lo indígena como un lastre; necesaria para un país que busca comprenderse a sí mismo sin el velo impuesto por siglos de manipulación. El libro dialoga con una preocupación histórica que aquí, en Nuevo Gráfico, se ha insistido en señalar: México no podrá reconciliarse consigo mismo mientras no desactive las narrativas de inferioridad que moldearon al mexicano desde la Conquista. Al reivindicar a las civilizaciones mesoamericanas y confrontar directamente los prejuicios legados por la élite, López Obrador aporta una pieza significativa a ese proceso de reconstrucción identitaria.

El lector podrá estar de acuerdo o no con el estilo del autor, con sus conclusiones o con el protagonismo de su figura en el relato. Pero resulta innegable que Grandeza es un libro que interviene en la conversación pública con fuerza, que abre preguntas urgentes y que coincide con la crítica sociopolítica que durante años hemos desarrollado desde este medio: México tiene pendiente recuperar su dignidad cultural, desmontar el espejo distorsionado que las élites colocaron frente a él y reivindicar, sin complejos, la grandeza que le fue arrebatada.

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Posdata: Alguna vez, en una conversación en el año 2012, que guardo con especial claridad y afecto, Elenita Poniatowska me dijo que López Obrador era mejor historiador que político. Aseguró que, si un día decidiera dejar la vida pública, podría impartir clases de historia en las mejores universidades del país durante el resto de sus días, porque posee esa cualidad rara: entender a México no solo por datos, sino por entraña.

La evidencia del libro: