LA TRISTEZA; EL HORROR



Por Roberto Longoni.

Me encuentro (como muchos) ante una imposibilidad: ¿Cómo describir esta tristeza?; ¿Cómo nombrar este horror? 

Conocemos los lugares (Noxchitlán, Niza, Guerrero, Bruselas, Coahuila, y un pálido y tétrico etcétera). Hemos visto las imágenes, las fotos, los videos. Incluso hemos podido escuchar los llantos, los clamores, los gritos y las protestas. Pero ¿qué podemos decir/hacer?; ¿Qué se mueve en el fondo, en las vísceras de nuestra conciencia?; ¿Qué se esconde detrás de toda esta violencia en apariencia absurda?

Hemos llegado al límite (si no es que lo rebasamos desde hace mucho) y no es momento ya de respuestas o análisis simples u ocurrentes. Mucho menos de descripciones tenues o de indignaciones digitales y fugaces. 

Le damos vuelta a muchas propuestas pero nada parece suficiente. La preocupación, el miedo, la desesperanza, son las consecuencias de eso tan podrido que habita, se reproduce y crece en las entrañas de ese gran monstruo al que hemos creado. 

Por momentos se nos hace fácil ir delegando culpas. Y claro que las hay, pero quizás el primer paso sea aceptar nuestra parte de responsabilidad en todo este entramado. Aceptar nuestro papel activo en propiciar la desigualdad (de la mano con el consumo y con lo “mío, mío y mío”), el odio y la exclusión (homofobia, xenofobia, machismo), la violencia (narco cultura, “ojo por ojo”). En todas estas prácticas están los fundamentos de una sociedad que está al borde de su propia destrucción. Podría seguir escribiendo errores, desvalores, sin razones. Podría seguir nombrando la avaricia, la soberbia, el racismo, la falta de solidaridad, la codicia, la corrupción, pero parece que no basta, y seguimos alimentando al monstruo. 

Entonces, pienso con Rodolfo Walsh, que uno se siente algo inepto, torpe, avergonzado, ridículo, de estar sentado frente al teclado tratando de encontrarle palabras a lo que en la realidad deja sin aliento, sin aire.

El filósofo Ernst Bloch escribió su libro “El principio esperanza” después haber sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial. Entonces como ahora, sus tesis parecen tener cabida y arrojar algo de luz hacia el futuro, cada vez más incierto, tambaleante, mediocre. Para Bloch debemos admitir el miedo, encararlo, incluso aceptar que lo hemos propiciado en campos de exterminio, trenes saturados y cámaras de gas. En este ambiente es preciso desaprender el miedo paralizante y construir una alternativa a partir de la esperanza. Lo importante es saber que la esperanza es activa, dinámica, no encierra si no que abre ventanas, puertas y mundos posibles.

Es la esperanza, y no el miedo, lo que reside en lo más hondo del espíritu humano. Es entonces preciso rescatarla, para que la tristeza y el horror se vayan transformando. No es esto un sueño, es justicia, es experiencia, es lucha y resistencia. Ojalá sepamos no quedarnos solo en las palabras.