ATAR (de) SOL


Por: Ramón Cuéllar Márquez

El pasado sábado 16 de julio de 2016, fue presentado en el Centro de Investigaciones Sociales, la obra "ATAR (de) SOL", del escritor hidalguense Daniel Olivares Viniegra, comentada por los escritores Hans Giébe, Andrés Cisneros de La Cruz y Mario Guzmán.

Daniel Olivares Viniegra[1] es endemoniadamente sincero. Su diablo es la arena —su arena— con la que forma perfectos castillos llamados poemas, con los cuales, como el mar, es capaz de abrazar figuras para llevárselas a sus adentros y, ya una vez dentro, concebir de nuevo la vida…

Encuentro en Olivares Viniegra una fuerza que creí perdida en los actuales poetas. Tal vez su sincretismo sorprenda a muchos, pero lo que es indudable es que su poesía es cínicamente correcta, tan correcta como una manzana. Pero no sin pecado, sino esa que anhela poseer todos los pecados del mundo, incluidos los de las gaviotas (o de los colibríes) y sus sistemas de vuelo. 

Al nombrar y nombrarse, Daniel logró pronto llegar a la cúspide de una maduración temprana. En sus Naufragios el amor se desliza a veces por una hoja de hielo, que en otras es de fuego. Algunos de sus poemas más contundentes develan a un poeta de libre albedrío, de rústicas y tiernas aproximaciones hacia amores desvencijados. Su juego de versos y palabras provocan un canto salteado, como una rayuela de versos que hay que saber embonar o rebuscar... En tanto que (por otra parte) sus apuestas visuales trascienden y arriesgan más allá del hondo y engañoso espejo o de los límites de la antipoesía. Por lo demás, ya en la cúspide, su “Arte poética” desglosa un paroxismo —esa y no otra es la palabra— de barroco moderno. Despliega una galería de sonidos que se insertan solo en el gusto, ese que explica justamente lo que no se explica o que no explica porque no hay nada que explicar. Agrega y des-agrega su propio arte, inconcebible pleno de amor e ironía hacia aquello que se vio perdido o se pierde; no lo sabemos, y que lo investiguen quienes leen y practican la crítica. Entramos ante una alegría de sombras que nacen desde el sarcasmo… o un ritmo cadencioso que desprende quizá desde el corazón mismo del puro verso.

Habrá que aplaudir siempre el buen tacto de escribir que tiene este poeta, quien además construye mitos alrededor del sentimiento más que de seres mitológicos.

Sin duda en un futuro no muy lejano los poemas de Daniel quedarán como los de otros muchos, inscritos en el Internet, viajando a través de una red de datos incomprensibles, dando pie a que la tecnología triunfe sobre el humanismo que se nos va durmiendo. La apuesta y la esperanza es que los tecnócratas ni así lo logren.
















[1] Hidalgo (1961). Es normalista y estudió también letras en la UNAM. Tiene publicados los poemarios Poeta en flor..., Casa de la Cultura del Maestro Mexicano; Sartal del tiempo, Praxis y Arenas, UAS. Es Premio Interamericano de Poesía, Navachiste 1995. Actualmente forma parte del Consejo Editorial de la revista electrónica El Comité 1973 y es coeditor del proyecto Humo Sólido.