¡OYE, TRUN!


Por Álvaro López.
Director de la plataforma
El Cerebro Habla.

En anteriores ocasiones, yo he afirmado que el gobierno de López Obrador no se parece tanto al de Chávez. Y hace sentido porque un mandatario de la calaña de Chávez o Maduro ya habría despotricado contra el “imperio estadounidense”. (lo pongo entre comillas porque la condición imperial en el gobierno de Trump está en cuestión).

Pero no, ello no ocurrió así.

Es paradójico y un tanto curioso que un gobierno que se dice de izquierda esté haciendo alegorías al libre mercado y festejando que no le impusieron aranceles gracias a su servilismo con el imperio Yanqui con quienes “estrecharon manos”. Es algo inédito.

Peor aún, ese discurso de López Obrador donde criticaba a Trump (eso sí, sin la beligerancia del izquierdismo bolivariano) desapareció, se disipó por completo. Ahora todos somos amigos, todos nos estrechamos la mano, llegamos a acuerdos y negociaciones “ganar-ganar”.

Pero eso no fue lo que sucedió, Trump se salió con la suya, hizo lo que quiso.

Es evidente que el gobierno de Trump no tenía como fin cobrar aranceles a las importaciones, él quería frenar la migración de Centroamérica a su país y lo logró; logró que el Gobierno Federal reforzara la frontera sur con miembros de la Guardia Nacional. Básicamente, logró su promesa de campaña, construir un muro y que México pagara por él, con la salvedad de que este estará en la frontera sur de México y no en la frontera norte.

En ese entendido no hay nada que festejar. Es cierto que lo único que perdió México fue algo de su dignidad y 6,000 elementos de la Guardia que reforzarán la frontera sur para evitar que los migrantes sigan llegando a Estados Unidos (y no para los intereses de nuestro país). Los mayores perdedores son los propios migrantes que buscan huir de la pobreza y la miseria, y el ganador no fue en sí Estados Unidos, sino Donald Trump, quien encontró en este acto una gran posibilidad para fortalecer su discurso de campaña, sobre todo para mantener contentas a sus bases. Y no sería extraño que sea este “acuerdo” el que haga la diferencia en unas elecciones donde Trump tiene posibilidades de reelegirse:

Imagina cuando Trump vaya a esos estados de centro-sur de su país, a Alabama, Indiana, Nuevo México. Dirá que puso a México a sus pies, que los arrodilló, que él sí va a acabar el “problema” de los migrantes. Tiene con qué probarlo, no son palabras, son hechos, técnicamente hizo que México hiciera lo que él quisiera.

Ciertamente, a estas alturas no había muchas alternativas. Tampoco podría recriminársele mucho a Marcelo Ebrard porque no podía hacer mucho más. La situación económica de México no es la mejor, y en cierta medida no lo es por las malas decisiones que se han tomado en nuestro país (cancelaciones de aeropuertos, refinerías poco viables, recortes excesivos, degradación de las calificadoras) y eso naturalmente no le permitía a México involucrarse en una guerra de aranceles. México estaba en la posición perdedora, parcialmente autoinflingida.

En un contexto así, es absurdo festejar esto como un logro. La algarabía en Tijuana no se puede interpretar más allá de un mero control de daños. Básicamente porque Trump no estaba tan interesado en subir los aranceles (cuyo beneficio para Estados Unidos era altamente cuestionable) sino en la migración.

Entonces hablar sobre cómo nos salvamos (que gracias al cielo la inversión no se va a desplomar ni el PIB se va a ir para abajo) no tiene sentido alguno porque Trump obtuvo lo que quiso. No es que lo hayan hecho entrar en razón, más bien el gobierno mexicano se sublevó a los caprichos del demagogo naranja que los chantajeó con la subida de los aranceles.

Festejar ello es irrisorio, es algo bastante penoso. Curioso que sea un gobierno autollamado de izquierda el que haya llevado a cabo una de las más grandes manifestaciones de entreguismo de los últimos tiempos (ciertamente no había mucho margen de maniobra para hacer algo distinto), aunque los porristas o intelectuales orgánicos de este gobierno quieran convencernos de que ocurrió lo contrario.

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El Cerebro Habla.