¿POR QUÉ SE ROMPIERON LOS VIDRIOS?



Por Álvaro López.
Director de la plataforma
El Cerebro Habla.

Madrugué dándole vueltas a la cabeza para escribir este artículo. Es uno de los artículos que más me ha costado escribir porque me ha obligado a hacer un ejercicio interno, de tratar de entender a las partes y llegar a mi propia conclusión (lo cual evidentemente no significa que vaya satisfacer a las distintas partes ni es la intención).

¿Les soy sincero? Me cuesta mucho trabajo indignarme por los vidrios rotos o por las paredes pintadas. Me cuesta trabajo ponerme en el lugar de quienes están indignados con lo ocurrido en las manifestaciones.

Tengo un sentimiento como de “me vale madre”: al cabo se limpia, al cabo los vidrios, que son públicos y no son de alguna propiedad privada, la casa de una señora como para que alguien se viera afectado (lo que sí me habría molestado, por ejemplo), los vidrios se vuelven a poner, me dije. No entiendo por qué tendría que sentir indignación por eso, no es que sea correcto hacerlo ni es algo que aplauda. Es que, comparado con lo que se demanda, es irrelevante. Es como si sufriera un accidente automovilístico donde por alguna razón ajena a mí choco con un poste y quedo al borde de la muerte, pero nadie se preocupa por mí y todo el mundo se preocupa por el poste.

Andrea Sánchez / Twitter

Podemos cuestionar en un largo debate si esas son las mejores formas de manifestarse, pero en este contexto eso es un tema secundario, lo que sí sabemos es que es el efecto de una profunda y fuerte indignación. Me llama la atención que en las redes se hable más de los vidrios en sí que de los casos de violación que ocurren una y otra vez en México (independientemente de que el caso que fue la gota que derramó el vaso haya sido verídico o no, que es ahora lo que se discute). Me pregunto si son los vidrios los que realmente causan esa indignación.

¿Son los vidrios? ¿O es que causa resquemor ver a las mujeres exigiendo en las calles que no sean violentadas? No dudo que haya quienes legítimamente estén preocupados por los conatos de violencia y por las formas, pero temo que hay varias personas a las que más bien les preocupa la segunda razón.

Me trato de poner en el lugar de una mujer que ha sido violada, que se ha sentido ultrajada o abusada, donde el Estado de derecho es lo suficientemente débil para que te ignoren las autoridades y la verdad es que tal vez a mí me darían ganas de romper cosas. Ese sería mi primer pulso instintivo. Me recuerdan a mi yo de la primaria, al que le hacían bullying y cuyos maestros no hacían nada. Yo en ese entonces azotaba puertas y hasta le dije a un profe que fuera a chingar a su madre porque era una forma de llamar la atención para que alguien hiciera algo, porque yo no tenía la fuerza para defenderme de los bullies y porque a los maestros les valía madre, incluso alguno llegaba a divertirse.

¿Es lo más asertivo? No lo sé, al menos para mí no lo fue y eso lo descubrí con el tiempo. Yo decidí no dejar carcomerme por el dolor y el resentimiento que tenía porque no me llevaba a ningún lado. Ellas sabrán si aquello que me ocurrió pudiera aplicar para ellas o no porqué posiblemente no termine de entender qué es lo que ellas sienten, y creo que no soy quien para decirles qué hacer ni sé si mi caso siquiera aplique como analogía o no. Eso es algo que a mí no me corresponde. Ellas son quienes deciden cómo llevar a cabo su movimiento y ellas son las que asumen sus aciertos o sus errores.

Alejandra Crail / Twitter

En esta vorágine muchas personas no se dan cuenta que detrás de muchas de ellas hay muchas historias de profundo dolor, muy posiblemente mucho más profundo que el que yo tenía. Lo que más teme una mujer en su vida es ser violada, no sólo por el acto en sí, sino por el significado y el juicio de la sociedad. El daño en muchos casos es irreparable y yo no soy la mejor persona para dimensionarlo de la mejor forma.

Ellas gritan, rompen vidrios y rayan paredes porque no encuentran respuesta en ningún lado, ni con las autoridades (que se dicen de izquierda) ni con la sociedad. Ellas se sienten solas y frustradas como yo me sentía. Lo que ocurrió no es fortuito: la realidad, todos los efectos, son producto de una causa, no son gratuitos ni son hechos disconexos. Si alguien se enoja y se indigna es que debe haber algo que hizo que se indignara.

¿Hubo excesos? Sí. Pero también es cierto que en cualquier causa reivindicativa la posibilidad de que haya excesos es latente. También, como en cualquier movimiento, hay sectores radicalizados. Las sufragistas, aquellas mujeres que lucharon por su derecho al voto (lo cual costó mucho, y basta ver la gran distancia entre los años en que ganaron el derecho en los distintos países), esas que son señaladas por alguno como ejemplo de “feminismo liberal apegado a la civilidad” también llegaron a hacer destrozos y se involucraron en peleas con los policías. De hecho, los parecidos entre aquel feminismo y el actual son más bien muy asombrosos. A las mujeres las ridiculizaban como locas o como brujas, e incluso había algunas mujeres que formaban ligas en contra de las sufragistas. También hubo este tipo de manifestaciones dentro de la lucha de los negros e incluso Martin Luther King, quien representaba la vertiente pacifista, llegó a decir que “los motines son el lenguaje de los que no son escuchados”.


En una manifestación en la cual la gente está enojada e indignada hay quienes pueden salirse de control, son los riesgos que tienen marchas que parten desde la indignación y donde las emociones están a flor de piel. También es cierto que el comportamiento en masa suele ser distinto a nuestro comportamiento individual.

Sin embargo, sí debo decir que hubo algunos actos que no puedo justificar de ninguna forma y que se deben señalar como que unas mujeres arrojaran brillantina al reportero que había sido golpeado por un hombre, o que una periodista de Milenio y un repartidor de Uber fueran agredidos así como también la camioneta de unas zapatistas feministas sufrió destrozos al punto en que ellas no pudieron regresar, sin olvidar la cobarde agresión que recibió un reportero por parte de un intruso que nada tenía que ver con el movimiento. Se deben reconocer pero no debe de distraernos de lo más importante, que también explica (aunque no justifique) los excesos que he mencionado. Tenemos que escuchar el mensaje.

Y tal vez no estás poniendo atención porque tu foco siguen siendo solamente esos excesos a los que ves como hechos disconexos (efectos) y no las causas a las que están ligadas (que muchas mujeres siguen siendo violadas o violentadas sin que pase absolutamente nada y sin que puedan hacer nada). Porque los efectos no van a desaparecer hasta que las causas hayan sido combatidas. Si la violencia contra las mujeres sigue, van a seguir organizando marchas y una vez que se abrió la caja de pandora no es como que vayan a parar. En un mundo idílico donde hubiera equidad de género y donde no hubiera numerosos casos de violaciones, las mujeres no tendrían la necesidad de salir a la calle y hacer ruido, no tendría sentido siquiera.

Y la verdad es que los hombres no tenemos derecho a quejarnos de lo ocurrido si nosotros no ponemos nuestro grano de arena, si nosotros no combatimos la violencia de género desde nuestras trincheras, si no señalamos, reprendemos y denunciamos a aquella persona que ha abusado de una mujer, si no nos preguntamos si nuestros comportamientos limitan o hacen menos a las mujeres. Estoy de acuerdo, no debe de ser una batalla entre mujeres y hombres sino en contra del machismo y la falta de equidad de género, pero si la causa se desvía a ello, entonces nosotros seremos corresponsables por no haber hecho nada.

Alfonso Nava / Twitter

¿Que las mujeres pueden aprovecharse de los hombres? Sí (y créeme que en alguna ocasión alguna mujer me ha herido de forma fea). Pero las mujeres en muchos sentidos se encuentran en desventaja: son menos fuertes físicamente (lo cual hace que a un hombre le esa relativamente fácil violar a una mujer) y, a diferencia de nosotros, las mujeres son todavía afectadas por algunos paradigmas y creencias que no se han ido del todo y gracias a las cuales ellas llegan a sentir que les es un tanto más difícil que al hombre llegar a puestos de poder o tener la misma relevancia. Es cierto, se ha avanzado mucho con respecto del pasado y eso es innegable, pero tampoco podemos hablar todavía de una situación de equidad.

Y es que no tienes que tratar el tema “ideológicamente”, más allá de las ideologías que puedan profesar las diferentes activistas. Tampoco debes estar necesariamente de acuerdo con el ideario feminista (yo tengo algunas discrepancias que he expresado en este espacio), ni con las formas o los métodos, ni mucho menos se te pide que los aplaudas, sino que escuches el mensaje, que empatices, que te pongas en sus zapatos.

Y es que se trata de ir a lo más básico, es tan simple y no tiene mucha ciencia porque todo parte del hecho de que el ser humano es digno y valioso por el mero hecho de serlo, y en ese entendido, ninguna persona puede ser violentada ni ninguna persona debería tener distinta consideración por su género (y las otras dimensiones que caracterizan al ser humano).


Como en cualquier conflicto, las mujeres quieren que los hombres que tienen conductas machistas cedan, y lo que piden es totalmente justo: ya no quieren abusos sexuales ni violencia.

Y nadie dijo que una causa social iba a ser muy cómoda, así con tazas de café y galletas pidiendo permiso para no incomodar. Es evidente, dado que han agotado muchas posibilidades y, frustradas, no han visto avances.

Esos vidrios rotos son un mensaje, y hay que entenderlo.

Porque si el problema persiste, ellas ya no se van a detener. Y si logramos que se detenga, ¡vualá! Estas manifestaciones que tanto incomodan desaparecerán del mapa. Si temes que estas manifestaciones se radicalicen cada vez más, entonces habría que hacer algo de nuestro lado y combatir ese problema que tanto les aqueja.

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El Cerebro Habla.