AMLO: CRÓNICA DE UN DESASTRE “PATRIARCAL ESCATOLÓGICO”.


Por Álvaro López.

Febrero ha sido el peor mes de López Obrador en lo que va de su presidencia. De hecho, podría marcar un parteaguas en su presidencia. 

Y lo ha sido básicamente porque cometió una cadena de errores que podrían orillarlo a un punto de no retorno. El tema de Ovidio Guzmán o Santa Lucía no son nada a comparación de lo que este mes ha ocurrido. 

¿Por qué?

Porque, a diferencia de aquellos otros momentos, a López Obrador le arrebataron la agenda, algo que no le había pasado nunca desde el mismo proceso electoral donde él tuvo el dominio completo de lo que se decía. 

El evento que inauguró esta cadena de errores fue aquel momento que pronunció esa frase “fuchi caca”. A alguien se le ocurrió ponerle “El cacas” y así le arrebataron algo de su agenda. Lograron convertir una de esas frases campechanas de AMLO que le funcionaban para comunicarse con su gente en un humillante apodo. No es un apodo muy grato y seguramente lo va a acompañar el resto de su sexenio.

Si algo es bueno para destruir gobiernos, instituciones y conceptos es la risa y la ridiculización (pregúntenle al buen Peña Nieto). “El cacas” es un apodo lo suficientemente cómico, desagradable y humillante como para creer que no va a surtir ningún efecto en ese ser mitológico que el propio López Obrador hizo de sí mismo. 

Y eso fue solo es el inicio, luego vino lo peor: vinieron las protestas. 

Protestas contra López Obrador hemos tenido varias, pero esas protestas habían sido parasitarias de la misma agenda de AMLO y discursivamente él tenía control sobre ellas. Éstas eran llevadas a cabo en gran medida por gente de clase alta y media alta que desde un principio ya era opositora a esa cosa llamada Cuarta Transformación y a las cuales AMLO fácilmente etiquetaba como fifís. Esas protestas repetían las mismas frases de AMLO, acudían a lugares comunes como el “nos vamos a volver Venezuela” y demás. Esas protestas le hacían que a AMLO lo que el viento a Juárez: porque mientras sus seguidores estuvieran contentos ello no tendría que ser gran problema para él. 

Pero a López Obrador se le ocurrió despreciar el tema de los feminicidios y ahí se metió en un gran problema ¿por qué?

Porque si alguien sabe de agendas y de comunicación es el progresismo. Si alguien podía competirle al discurso de López Obrador ese era un sector que también fuera capaz de construir discursos y metarrelatos (cosa que la derecha mexicana, por lo visto, tiene problemas para hacer). 

Básicamente, López Obrador se metió dentro de una batalla por la hegemonía del discurso que se está llevando a cabo en nuestro país (y en parte del globo terráqueo) y es aquella que tiene que ver con la hegemonía del progresismo sostenida por diversas élites liberales, medios de comunicación y activistas en contra de una cultura considerada machista o patriarcal.

El relato progresista entonces ubicó a López Obrador dentro de “la facción machista y patriarcal”. No está de nuestro lado, está del lado de ellos. 

Y como López Obrador es de izquierda, se asumió que se debía alinearse con el progresismo, aunque, como ya había dicho, la izquierda lopezobradorista y, en general, la tradición de la izquierda populista latinoamericana es más bien conservadora y poco tiene que ver con dichas corrientes. Si algunos advierten cierto “ímpetu progresista” en algunos sectores de MORENA, ello tiene más que ver con el hecho de que se trata de un partido atrapalotodo donde forman parte tanto chavistas, progresistas, conservadores como ultraderechistas. Ello es patente en el hecho de que en algún Estado con mayoría de MORENA se logran aprobar agendas como el matrimonio igualitario y en otros son los mismos morenistas los que tumban dichas iniciativas. 

Todo esto lo había advertido en este espacio antes del mismo inicio de las elecciones. 

Y como muchos progresistas creyeron ingenuamente que la 4T era la plataforma idónea para impulsar su agenda, en algún momento se iban a dar cuenta de que no era así, incluso el gobierno de Peña Nieto se vió un tanto más abierto a esos temas. 

Entonces le robaron su agenda a López Obrador. 

¿O quién está hablando de la rifa el día de hoy? Nadie. Todos están hablando de los feminicidios, de Ingrid, de Fátima, del paro de mujeres, de la equidad de género. La agenda la tienen los colectivos feministas y tendrá que pasar el momentum (que el tema de los feminicidios se disipe) para que López Obrador vuelva a tener control. AMLO tendrá que “no regarla” al menos de aquí al 9 de marzo, el día del paro nacional, y que en ese lapso no aparezca a la luz algún otro caso de feminicidio.

El paro no es en sí una marcha contra AMLO como tal, aunque sí busca de alguna forma exigir al gobierno que tome cartas en el asunto y sí se vio en parte motivada por la displicencia del gobierno. Esa displicencia le dio poder mediático y fuerza a la causa. Ésta ha crecido tanto que muchas personas mucho más allá de los tradicionales sectores “progres” se han sumado.

Es cierto que los partidos de oposición han tratado de sacar raja política del paro, pero es falso que sea una iniciativa orquestada por la derecha. Lo cierto es que, producto de su displicencia, este fenómeno se le salió de control.

Pero es posible que ni siquiera se dé cuenta de ello. Su gobierno todos los días le mete más carne al asador al intentar desacreditar la protesta, al decir que la derecha está detrás, al utilizar bots para desprestigiar dicha iniciativa, y lo único que hace es enfurecer a la gente y darle fuerza a esas voces que quiere acallar. 

Mientras tanto, López Obrador se ha convertido en parasitario de las élites progresistas. Los colectivos feministas y los sectores liberal-progresistas construyen su agenda y AMLO reacciona a ella: “no me rayen las paredes”, “la derecha está detrás de esos movimientos”. Y ese es el peor lugar en el que AMLO puede estar.

La postura de López Obrador implica un rompimiento con el progresismo, con los jóvenes universitarios, con las mujeres feministas, y con varios sectores que en parte (aunque no todos) le dieron el beneficio de la duda. Incluso algunos de esos influencers que defendían a capa y espada al gobierno de pronto se desencantaron, así, de la noche a la mañana:


Es cierto que este sector no es muy grande en número, pero sí que tiene a su disposición varios medios de comunicación, sabe construir discursos, sabe convocar. No son muchos, pero son muy ruidosos, son muy participativos políticamente y son muy estorbosos para quien se le oponga.

El relato de que están matando mujeres y que AMLO ha sido displicente con ello está ahí en el aire, se respira. Y basta con que una mujer se sienta vulnerable por alguna razón como para que vea a AMLO con recelo. 

Y peor aún, ello seguramente va a crear un problema dentro de su partido, porque ese sector progresista que se había refugiado ahí con la convicción de que AMLO le daría la bienvenida a su agenda se va a desencantar. 

López Obrador, quien poco a poco va perdiendo simpatizantes (según lo reflejan las encuestas), algo va a tener que hacer para lograr que todo este momentum se disipe lo más rápido. Hasta ahora todo lo que ha hecho le ha resultado contraproducente. 

Y el problema es que corre el riesgo de que esto se convierta en un punto de no retorno.

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El Cerebro Habla.