Otra victoria como ésta y estamos perdidos.

Arturo Moreno Baños - El Tlacuilo

A finales del siglo IV a.C., las ciudades del sur de Italia, antiguas colonias helénicas que integraban la llamada Magna Grecia, comenzaron a sentir la creciente presión del nuevo poder que emergía en el centro de la península Itálica: Roma. Tarento, ciudad grande y próspera que ejercía una especie de protectorado sobre las demás poblaciones griegas, firmó en el año 303 a.C. un tratado con Roma por el que se prohibía al ejército romano rebasar el cabo Lacinio (hoy Colonna), junto a la ciudad de Crotona.

Cuando en el año 282 a.C., una flotilla de diez barcos romanos violó el tratado con la excusa de auxiliar a la ciudad de Turio, los tarentinos, indignados, lo consideraron una provocación. Atacaron y destruyeron aquella flota, y, a continuación, expulsaron a la guarnición romana de Turio. Los romanos intentaron arreglar el asunto por la vía diplomática, pero la asamblea de Tarento, en una reunión tumultuosa, acabó declarando la guerra a Roma.

Pese a esta bravata, los tarentinos no podían defenderse por sí mismos. Poco dispuestos a soportar la dureza de la vida militar, desde mucho tiempo atrás habían confiado su defensa a ejércitos de mercenarios procedentes de Grecia, dirigidos por generales experimentados. Por ello, para liderar la guerra contra Roma los tarentinos llamaron a un general griego de gran prestigio: Pirro, rey de Epiro.

El eco de esta batalla en la historia de Roma y la gran influencia que en la posteridad ejerció la obra Vidas paralelas de Plutarco, donde se recoge esta anécdota, llevaron a acuñar la expresión "victoria pírrica" para referirse a un triunfo conseguido a costa de excesivas pérdidas o del que no se saca un provecho claro.

En efecto, Roma se recuperaba de todos sus reveses y reclutaba nuevas legiones, mientras que para Pirro cada uno de sus bien entrenados mercenarios y sus elefantes era irreemplazable. Además, las victorias, ganadas con tanto sacrificio, no le reportaban ningún progreso en la guerra.

Pero el empuje de la falange griega y los tiradores que acompañaban a los elefantes decidieron la lucha.

Los romanos huyeron en desbandada y Pirro quedó dueño del campo de batalla, en el que yacían muertos 6.000 romanos y 3.300 griegos. Cuando uno de sus oficiales acudió a felicitarle, Pirro comentó: "Otra victoria como ésta y estamos perdidos".

Hace unos días, un comunicado de la Casa Blanca afirmó sobre la “intolerable alianza del gobierno mexicano con las organizaciones del narcotráfico.” Una acusación gravísima, aunque bien vale la pena analizarla.

Claudia Sheinbaum no le reclamó esas líneas a Trump en una posterior conversación que sostuvo con su par. Lo que sí acordaron ambos mandatarios en esa llamada fue que México pondría al servicio de Estados Unidos 10 mil elementos de la Guardia Nacional para impedir que traficantes de personas y de drogas llegaran a la frontera con E.U. Fuerzas mexicanas diseminadas en varios puntos del país han comenzado su traslado hacia la frontera norte.

Un ejemplo: elementos de la Guardia Nacional que protegían Cancún –máximo destino turístico de México– de la delincuencia, ahora servirán a los propósitos anti migratorios de Donald Trump.

¿Cuál fue, entonces, la victoria mexicana? ¿Qué celebra el gobierno de Sheinbaum? El celebrar y corear ¡presidenta! Una y otra vez no es más que un absurdo puesto que solo ha sido una victoria pírrica en la que los días están contando para que Trump vuelva a la carga.