El Día Internacional de la Mujer no es una festividad ni una fecha para regalar flores. Es un recordatorio de la lucha histórica de las mujeres por sus derechos, una lucha que aún está lejos de terminar.
Desde hace más de un siglo, el 8 de marzo visibiliza las desigualdades, la discriminación y la violencia que millones de mujeres enfrentan en todo el mundo. Este día tiene su origen en 1910, cuando, en una conferencia internacional en Dinamarca, la activista Clara Zetkin propuso establecer una jornada para exigir el derecho al voto, condiciones laborales dignas y la equidad en todos los ámbitos.
Desde su primera conmemoración en 1911, la fecha ha servido como plataforma para exigir cambios concretos: el fin de la brecha salarial, la erradicación de la violencia de género, el acceso igualitario a la educación y cargos de liderazgo, así como la redistribución justa del trabajo doméstico y de cuidados, que sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres.
Este año, ONU Mujeres pone el foco en el activismo de mujeres rurales y urbanas, destacando su papel clave en la transformación social. No se puede hablar de progreso sin reconocer su lucha diaria en comunidades donde el acceso a derechos básicos sigue siendo limitado.
Conmemorar el 8 de marzo es alzar la voz por todas las mujeres que no pueden hacerlo, por las que han sido silenciadas y por las que continúan exigiendo justicia. No es un día de felicitaciones, es un día de acción.