Hidalgo, donde la justicia persigue palabras y deja libres a los verdaderos criminales



Dos jóvenes caen más rápido de lo que canta un gallo, mientras la delincuencia sigue pampante, años para detener por ejemplo a un violador. 

#Opinión | Jorge Montejo

Si alguien pensaba que en Hidalgo la justicia estaba ausente, es porque no ha visto la diligencia con la que las autoridades se lanzan con todo el peso de la ley… contra dos jóvenes que, según dicen, le gritaron feo a unos policías. Mientras el estado se desangra con multihomicidios, narcotráfico, huachicol, violaciones de menores y corrupción rampante, la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo (PGJEH) ha encontrado su máxima prioridad: vincular a proceso a dos muchachos por “ultrajes a la autoridad” y “sedición”, todo basado en testimoniales a modo y sin una sola imagen que los incrimine directamente.

Porque aquí, si te ven en una marcha feminista, eres un peligroso criminal. Pero si formas parte de una red de corrupción que saqueó cientos de millones en la Estafa Siniestra, no hay problema, te convierten en embajador (mientras solo cae político de poca monta). Si denuncias que te violaron, como las niñas de Zimapán, la justicia te ignora y protege a los agresores políticos. Pero si te manifestaste el 8M y a alguien se le ocurre decir que insultaste a un policía, te espera la prisión preventiva.

El caso de Jonathan y Mauricio es una muestra clara del desastre en el que se encuentra la justicia en Hidalgo. En su audiencia de vinculación, la defensa presentó videos e imágenes que demuestran que en ningún momento agredieron a los policías, pero esos no fueron tomados en cuenta por el juez. ¿Para qué molestarse en revisar pruebas cuando ya está el guion escrito? Los testimonios de los agentes, que bien podrían haber sido dictados por algún alto mando con ganas de reprimir, fueron suficientes para que los jóvenes quedaran en prisión preventiva.

Y aquí viene lo más ridículo: entre las graves faltas que les imputan, se menciona que los jóvenes dijeron “palabras altisonantes” a los oficiales. ¿Qué clase de justicia medieval es esta? ¿Desde cuándo en Hidalgo la blasfemia se castiga con cárcel? ¿O es que ahora las palabras duelen más que la corrupción?

Pero la cereza en el pastel es la acusación de lesiones: una policía se lastimó una mano porque le cayó una piedra, y por ello los jóvenes deben ir a prisión, sin prueba alguna más que la declaración de la oficial. Claro, una lesión menor que sana en menos de quince días merece todo el rigor del Estado. Mientras tanto, los verdaderos delincuentes—los que ordenan desapariciones, protegen huachicoleros y encubren violaciones—siguen intocables.

Mientras Hidalgo se ahoga en sangre, corrupción y violaciones de menores, su gobierno ha decidido que la gran amenaza son dos jóvenes supuestamente manifestantes, porque evidencias claras de los daños causados no existen. El mensaje es claro: aquí no se castigan los crímenes, se castiga la libertad de expresión.