En Hidalgo, la forma sigue siendo el fondo



En política, como bien planteaba el intelectual Jesús Reyes Heroles, “la forma es fondo”; una premisa que históricamente ha definido el comportamiento del régimen priista en México. Hoy, tristemente, parece estar adoptándose en Hidalgo por quienes llegaron al poder envueltos en la bandera de la Cuarta Transformación. La llegada de Morena generó expectativas de un cambio profundo, pero el resultado, tras casi tres años de gobierno, apunta a una repetición agravada de viejos vicios.

El efecto obradorista impulsó al poder a figuras y grupos políticos de diversa índole, muchos provenientes del PRI, que ahora buscan desesperadamente mantener los privilegios adquiridos en décadas pasadas. El fenómeno conocido popularmente como PRIMOR es más que una etiqueta; es la descripción de una realidad política donde antiguos priistas no dudaron en cambiarse de camiseta por conveniencia, arrastrando consigo prácticas corruptas que Morena prometió erradicar. 

En este orden de ideas, ahora que AMLO dejó de aparecer, ¿qué será de todos esos oportunistas que llegaron al poder colgados de su imagen como rémoras del obradorismo? Les espera el duro despertar de tener que valerse por sí mismos… y ahí es donde empezaremos a notar quiénes eran líderes y quiénes solo eran figurines reciclados del PRI con camiseta nueva.

En este contexto, resulta esclarecedora la visión que autores como Enrique Dussel rescatan de Antonio Gramsci sobre las crisis políticas: “Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer”. Esta transición frustrada es la que hoy vive Morena en Hidalgo, y la que viven los fundadores del partido, auténticos representantes de la izquierda histórica del estado. Muchos de ellos, quienes desde los tiempos del Partido Comunista, pasando por el PRD y hasta fundar Morena, acompañaron la lucha de Andrés Manuel López Obrador, ahora están marginados por el propio partido que ellos ayudaron a construir. 

La discriminación sistemática hacia estos maestros históricos no solo es una afrenta personal, sino una traición flagrante a los principios fundamentales de Morena, partido que surgió con la promesa de luchar por el bienestar popular y los derechos humanos. Esta marginación pone de manifiesto que en Hidalgo la política sigue atrapada en la simulación donde “la forma sigue siendo fondo”. No se ha logrado una transformación auténtica, sino una adaptación oportunista a un discurso que vende cambio pero perpetúa los privilegios económicos y políticos del antiguo régimen.

Este escenario donde el populismo puede caer fácilmente en la demagogia y el autoritarismo cuando abandona sus ideales fundacionales. En Hidalgo, es evidente que prevalece una visión mercantilista de la política, donde los intereses personales y el dinero se imponen sobre los principios ideológicos. Esta postura no difiere sustancialmente del “capitalismo de cuates” descrito por el economista Luis Rubio, donde la economía es rehén de relaciones personales entre políticos y empresarios, socavando el libre mercado y fomentando la corrupción.

Durante 95 años, Hidalgo estuvo gobernado por el PRI con una política marcada por la hipocresía. Ahora, Morena parece caminar peligrosamente en esa misma dirección, replicando esquemas neoliberales disfrazados de progreso, democracia y bienestar. Ejemplo claro es cómo ciertos medios de comunicación que antes sirvieron al régimen priista hoy apoyan incondicionalmente al gobierno morenista, revelando no una transformación ideológica sino una conveniencia oportunista.

El ascenso de antiguos actores priistas dentro del gobierno y su cercanía con el poder actual es una señal inequívoca de que el PRIMOR no solo es una alianza táctica, sino una estrategia permanente para conservar privilegios. En lugar de construir un gobierno con principios, muchos de los espacios públicos están ocupados por personajes que representan lo que Morena prometió combatir: corrupción, simulación y traición a las causas populares.

En palabras del filósofo Antonio Gramsci, estamos en un peligroso periodo de transición donde surgen los “fantasmas de la democracia”: formas vacías que simulan un cambio pero que mantienen intactos los privilegios y la corrupción estructural del pasado. Si Morena no corrige urgentemente su rumbo, retomando los ideales originales y reconociendo el aporte fundamental de sus bases históricas, la traición será irreversible y la esperanza de una verdadera transformación habrá muerto en manos de quienes prometieron defenderla.

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Foto de los exgobernadores del PRI Olvera y Núñez, durante el informe del ejecutivo morenista en Hidalgo.