La esencia de Morena: Una mezcla de todo, menos de ideales

Julio Gálvez

4 de julio de 2025

En el México contemporáneo, la política parece más un acto de alquimia que un ejercicio de convicciones. La imagen que circula en redes sociales, representada como un diagrama de Venn, sintetiza de manera magistral la crisis de identidad y de principios en el partido gobernante: Morena. Según esta sátira visual, Morena es el resultado de mezclar el autoritarismo del PRI, la incompetencia del PRD y el conservadurismo del PAN, es decir, todo aquello que prometió combatir. 

Lejos quedó la época de los discursos sobre la “Cuarta Transformación” y la promesa de renovar la vida pública de México. Hoy, el partido fundado por López Obrador, inmediatamente después de su salida del gobierno, se ha convertido en un refugio de “chapulines” políticos, aquellos personajes reciclados de todos los partidos, dispuestos a saltar de trinchera en trinchera con tal de mantener sus cuotas de poder. Basta revisar los perfiles de los actuales funcionarios y legisladores morenistas para constatar que muchos de ellos militaron —y algunos incluso brillaron— en las filas del PRI, PAN o PRD, importando a Morena los peores vicios de cada casa.

En recientes conversaciones y artículos periodísticos, hemos señalado cómo la llamada “transformación” se fue diluyendo en un mar de contradicciones. La disciplina vertical y el autoritarismo del PRI, representados en la manera en que se toman las decisiones dentro del partido y en el gobierno; el conservadurismo del PAN, visible en la política social cada vez menos progresista, y la ineficiencia administrativa y falta de resultados heredada del PRD, configuran un coctel peligroso que ha alejado a Morena de cualquier atisbo de idealismo.

La apertura indiscriminada de Morena a políticos provenientes de otros partidos no sólo ha generado una crisis de identidad, sino que también ha anulado cualquier posibilidad de construir una agenda progresista auténtica. Las lealtades se desdibujan y los intereses personales prevalecen sobre los proyectos colectivos. El fenómeno de los “chapulines” es hoy uno de los factores que más desacredita a la llamada 4T y alimenta la percepción de que Morena ya no representa una alternativa real, sino la perpetuación de las peores prácticas del viejo régimen.

El debate sobre la falta de ideales en Morena no es superficial ni irrelevante: habla de una crisis profunda de representación política, donde los partidos dejan de ser vehículos de causas y se convierten en meros instrumentos de sobrevivencia para políticos profesionales. La imagen que encabeza este artículo, lejos de ser una broma, es un diagnóstico que debería preocupar a quienes aún creen en la posibilidad de un cambio verdadero en México.