
Jorge Montejo
19 de julio de 2025
Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado y eterno escudero de la llamada “cuarta transformación”, salió a defender lo indefendible: la integridad de Adán Augusto López Hernández, exgobernador de Tabasco y actual coordinador de Morena en la Cámara Alta, envuelto ahora en el escándalo por la fuga de su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, señalado por presuntos vínculos con el crimen organizado.
Para Noroña, la reciente ola de críticas y señalamientos contra Adán Augusto no son sino parte de una supuesta ofensiva para golpear a todo el movimiento de Morena. “Cuando tocan a uno de nosotros, nos afectan a todos”, repite como mantra el senador, como si se tratara de una persecución al estilo Guerra Fría y no del descrédito que brota de los propios excesos y alianzas turbias del partido en el poder.
Lo curioso es que el mismo Noroña, durante su visita a Hidalgo, no dudó en dar su respaldo a los chapulines expriístas que hoy controlan Morena en la entidad, desplazando a las bases fundadoras y a los pocos militantes de izquierda que aún sobreviven en el partido. Hipocresía pura: mientras denuncia un “golpe” contra el movimiento, se acomoda sin rubor con quienes representan lo peor del viejo régimen. Noroña, que antes presumía de incorruptible y defensor de causas populares, hoy se ha convertido en cómplice y justificante de prácticas que, en cualquier otra época, habría condenado con vehemencia.

En su más reciente defensa pública, el presidente del Senado minimizó la gravedad de que un exfuncionario clave del gabinete de Adán Augusto esté prófugo y sea investigado por la Fiscalía y la Interpol. Según él, ni el silencio de Adán ni la huida de Bermúdez implican responsabilidad alguna para el exgobernador, sino que son simples recursos de una “campaña mediática” impulsada por adversarios y medios críticos de la 4T.
Noroña olvida convenientemente que la falta de transparencia, el silencio ante las acusaciones graves y la protección a los reciclados del PRI han sido el sello del actual Morena, partido que cada vez se parece más a aquello que prometió combatir. De poco sirve la retórica de unidad y victimización cuando las bases originales han sido desplazadas y el discurso de izquierda se diluye entre complicidades y simulaciones.
Así, la defensa de Noroña no solo es hipócrita, sino reveladora: en Morena, la lealtad a la cúpula y a los chapulines está por encima de la congruencia y de la justicia. La “campaña” de la que habla el senador no viene de fuera, sino que es el resultado lógico de años de contradicciones y traiciones internas. Y aunque insistan en negar la realidad, el daño está hecho y la factura política está en camino.