
Jorge Montejo
14/08/25
En los tiempos del PRIAN, los jueces al menos se tomaban la molestia de simular independencia. Hoy, con Hugo Aguilar Ortiz al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la discreción quedó en el basurero de la historia: la alineación política es tan evidente que hasta la presumen como mérito. Y mientras se llenan la boca hablando de “transformar” la justicia, todo indica que la receta es simple: mantenerla igual de controlada, solo que ahora con otro color en la fachada.
Porque claro, ¿qué esperanza tiene quien se atreva a litigar contra un político o un “amigo del poder”? El desenlace casi siempre es el mismo: derrotas garantizadas, sentencias hechas a la medida y un sistema judicial tan predecible que debería anunciarse como espectáculo. Lo que antes era cinismo encubierto, hoy es descaro institucionalizado… y aún hay quien cree que esto es un cambio.