EPN lo confiesa: Queríamos que ganara y ganó quien queríamos



Jorge Montejo

26 de septiembre de 2025

Las declaraciones de Enrique Peña Nieto sobre el triunfo de Andrés Manuel López Obrador cimbran, pero no sorprenden: “Queríamos que ganara y ganó quien queríamos que ganara”, dijo el expresidente priista en el documental PRI: Crónica del Fin, con una naturalidad que desnuda la esencia del régimen político mexicano. Con una frase, Peña reveló lo que por años se había sospechado: la llegada de Morena al poder no fue la derrota del PRI, sino su mutación. 

Durante años, el obradorismo se presentó como la alternativa al viejo sistema. Un discurso populista, adornado con la promesa de acabar con la corrupción y castigar a los expresidentes, convenció a millones. Sin embargo, la realidad apunta a que lo que ocurrió fue una reconfiguración de la élite, no su desmantelamiento. La confesión de Peña Nieto no solo exhibe los pactos de impunidad, sino también la naturaleza cíclica de la política mexicana: el PRI no murió, simplemente se vistió de guinda.

Lo más grave no es que los expresidentes priistas continúen influyendo en las decisiones de gobierno, sino que una parte importante de la población haya sido engañada con retórica nacionalista y transferencias económicas que solo perpetúan la dependencia. Los programas sociales, lejos de ser un mecanismo de justicia, se han convertido en la coartada perfecta para mantener cautivo el voto. El dinero que se reparte con la mano izquierda es el mismo que se quita con la derecha a través de inflación, deuda y corrupción.

Morena llegó con la bandera de la transformación, pero sus prácticas han demostrado que es heredero directo del viejo régimen: clientelismo, centralismo, simulación democrática y persecución selectiva. El mito de que AMLO significaba un parteaguas histórico se desvanece con cada declaración y con cada evidencia que confirma la continuidad.

Al final, la llamada “Cuarta Transformación” parece ser solo una reedición de la misma película, con los mismos protagonistas y los mismos hilos de poder. Y lo peor: con una sociedad dividida, polarizada y anestesiada por discursos populistas que no cambian la esencia del sistema. Como en un mal chiste, los que juraron destruir al PRI resultaron ser sus mejores herederos.