EL POLÍTICO Y EL POBRE.


Por Álvaro López.
Director de la plataforma
El Cerebro Habla.

La relación entre los políticos y los pobres siempre ha sido muy peculiar, se expresa en diferentes facetas pero rara vez deriva en una empatía que no esté subyugada al poder político.

La palabra “pobre” y cualquiera de sus derivaciones: “los que menos tienen”, “los menos afortunados”, aparecen en gran parte de los discursos de los políticos una y otra vez. Incluso los políticos aparecen con los pobres en los medios y en la propaganda. A veces los abrazan y se toman fotografías con ellos. 

Pero en la realidad, la relación suele ser una de desprecio o indiferencia, a veces de forma abierta y en otras ocasiones encubierta bajo el fino manto de la hipocresía.

“Los pobres son pobres porque quieren”, dicen ahí en privado (y a veces en público) algunos de los políticos de derecha que parten de la muy endeble creencia de que, en un país como México, la diferencia entre la riqueza y la pobreza está fuertemente ligada al talento y al esfuerzo, para así justificar su posición privilegiada.

Pero esos que dicen ser de izquierda y presumen sus credenciales sociales llegan, en muchas ocasiones, a mostrar el mismo desprecio hacia ellos. El discurso de López Obrador donde aseguró que los pobres son como animalitos o mascostas a las que hay que “darles” porque no tienen la capacidad de ganarse la vida por sí solos es patente de ello.


Las dos afirmaciones: “que el pobre es pobre por que quiere” y que “los pobres son incapaces de salir adelante”, aunque opuestas, son ambas falsas. Ambas reflejan ambas un profundo desconocimiento y un desprecio por la gente que menos tiene. 

Pero más allá del desprecio que la clase política (que vive en una realidad muy diferente a la de ellos) suele tener, también tendríamos que hablar sobre la utilización de la pobreza como objeto político. 

Un pobre aporta mucho menos al PIB que una persona de cualquier otra clase social, son más ignorantes (en esencia, por la calidad de educación que reciben) y son los que menos ejercen sus derechos políticos porque primero tienen que preocuparse por comer. En este sentido, son los menos relevantes para el poder político. Pero resulta que su voto vale igual que el de la persona más rica del país; al menos de forma cuantitativa existe una condición de equidad en el terreno electoral, ya que al formar un gran conglomerado (vaya, en México los pobres son muchos), ellos pueden determinar el resultado de la elección. Es ahí el único momento en que el político se interesa por los pobres.

Parecería que en este entendido los pobres ahí podrían mostrar su músculo y tratar de incidir en lo político en su beneficio, pero eso no ocurre ya que por lo mencionado anteriormente no están acostumbrados a ejercer sus derechos políticos y raramente están capacitados para ello (no porque no tengan el potencial como seres humanos, sino porque debido a su situación no tienen la oportunidad de desarrollar las herramientas necesarias). 

Ese músculo que podría operar en favor de los pobres opera entonces en favor del poder político. Los políticos, sin mostrar una real muestra de empatía hacia ellos, conocen la situación en que viven los pobres y así buscan lucrar con ella a través de dádivas o relaciones clientelares. Así, muchos gobiernos basan su poder político en la pobreza. 

Pero la realidad es que, en la mayoría de los casos, los pobres les importan poco. Los pobres, para ellos, solo pueden ser un contrapeso al poder si son cooptados por un partido de oposición, lo cual no es algo que suela ser tan común ya que, al no estar en el poder y no poder acceder al presupuesto de la forma en que lo hace el gobierno en turno, la capacidad que tienen para cooptar a la pobreza es más bien limitada. Entonces se limitan a crear narrativas y a pronunciar discursos para prometerles un mayor bienestar en caso de llegar al poder, aunque si eso sucede es muy posible que solo se limiten a repetir, en cierta medida y con algunos ligeros cambios, las estrategias de cooptación del gobierno al cual están sucediendo. 

Pero los pobres poco les importan en realidad, poco se molestan por empoderarlos y por combatir las barreras que no les permiten salir adelante por sí mismos. Se preocupan poco por darles una mejor educación y por darles herramientas. Es más probable que los ignoren o que los hagan codependientes del gobierno o partido para así garantizar su voto en las elecciones venideras. 

Así, para la mayoría de los políticos, la pobreza se convierte cuando menos en un objeto, en la cosificación del ser humano, que pueden utilizar para reafirmar su poder.