RAMOS PARA AMLO.


Por Álvaro López.
Director de la Plataforma 
El Cerebro Habla. 

Me parece un tanto curioso que en la “tuitósfera” se ataque al periodista para defender al político. Ciertamente no es la primera vez: en los años pasados habían quienes defendían a Peña Nieto de los embates de Carmen Aristegui (quien fue despedida de MVS después de exponer el caso de la infame casa blanca) por poner un ejemplo, también llegó a pasar con Calderón y con otros. Lo llamativo y preocupante ahora es que se trata de “las mayorías” (o al menos se hacen identificar así), los que representan al pueblo bueno, esos que dicen ser críticos, y no de una minoría muy fiel, como aquellos férreos priístas que tenían alguna relación con el partido. Cuantitativamente están lejos de ser la mayoría quienes actúan así, pero sí hacen mucho ruido. 

En este contexto, Jorge Ramos tuvo la osadía de asistir a una de las ya clásicas mañaneras de López Obrador para cuestionarlo con su estilo confrontativo sobre el aumento de la violencia en su gestión. Contradijo los datos del Presidente, lo puso en aprietos y las redes sociales ardieron en llamas, comenzando por el bombardeo orquestado por los cercanos a AMLO que dicen estar haciendo “activismo”.


A Ramos, a quienes algunos de ellos admiraban o de menos respetaban hasta el sexenio pasado, le dijeron de todo, que trabaja para Univisión (Televisa), que por qué no critica así a otros gobiernos (vaya, Ramos criticó durísimo al gobierno de Peña Nieto e hizo lo propio con Felipe Calderón). De pronto olvidaron la demoledora entrevista que le hizo a Peña en la cual el ex Presidente no supo decir de qué había muerto su esposa.

Un día después, López Obrador presumió que su gobierno estaba abierto a los cuestionamientos de la prensa y que no iba a mandar callar a nadie como en efecto lo han hecho otros gobiernos. Ciertamente, AMLO se ha expuesto más que Peña Nieto (y tal vez Calderón) ante las críticas y ciertamente hasta la fecha su gobierno no ha ejercido censura directa contra la prensa. Pero probablemente porque no necesita hacerlo porque “el juego tiene truco”.

Después de autocongratularse por ello, López Obrador insistió a los reporteros que “si se pasan, ya saben lo que va a suceder” como sugiriendo que “yo no voy a hacer nada, pero mis seguidores van a reaccionar con furia así que aguas”.


AMLO sabe que tiene en sus seguidores un arma poderosa para defenderse de la oposición. Tal vez por eso no esté interesado tanto en los métodos de los gobiernos anteriores, lo cual le da a su vez el permiso para legitimarse como una figura que es respetuosa de la prensa porque ciertamente el hecho de que AMLO cuestione a la prensa o muestre su desacuerdo no implica por sí mismo un atentado contra la libertad de expresión.

Sus seguidores más duros, esos que dicen ser críticos y, según las palabras de AMLO, ciudadanos de verdad y no ciudadanos imaginarios, se convierten en un arma política muy poderosa; ya que siempre van a estar ahí linchando a quienes contradigan o cuestionen a López Obrador haciendo señalamientos ad hominem y juicios a priori a quienes disientan en cualquier cosa con la 4ta transformación: que son del PRIAN, que son de Televisa, que vayan por su torta y su Frutsi, o que están vendidos. Esos altos porcentajes de aceptación que el gobierno ostenta junto con la sólida base de simpatizantes que este gobierno tiene se convierte en automático en un arma que busca incidir en la opinión pública a partir de descalificaciones, sin necesidad siquiera de ejercer coerción directa por medio de los brazos del gobierno.

AMLO podrá presumir que todas las mañanas habla con la prensa y permite que lo cuestionen (amén de la pamba digital que recibirá quien haya tenido la osadía), que él no cierra periódicos ni manda a despedir a opinadores, pero sí tiene un ejército de personas (bots incluidos) con el fin de amedrentar a las voces disidentes para así quitarles autoridad moral y peso a su opinión. Es ese llamado por AMLO pueblo bueno, los ciudadanos de “de veras” los que juegan el papel de censores. No necesitan estar en la nómina, basta simpatizar fervientemente con la Cuarta Transformación.

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El Cerebro Habla.