¿POR QUÉ UN NIÑO ES CAPAZ DE DISPARAR A SUS COMPAÑEROS Y MAESTROS?


Por Álvaro López.

Esta es una pregunta muy complicada de contestar, e incluso lo es para los especialistas en el tema.

Tal vez por ello quienes estén urgidos de dar una explicación por algún motivo traten de dar una respuesta facilona: “¡Los videojuegos! Dijo el Gobernador de Coahuila Miguel Ángel Riquelme”; el bullying, las armas, tal o cual problema, dirán otros. Pero eso, tratar de crear un responsable casi como si fuera el único problema, no nos ayuda en mucho.

El problema es que la ecuación que explica por qué un niño es capaz de ir a matar a sus alumnos contiene muchas variables, la gran mayoría de las cuales deben estar presentes para que algo así (o algo parecido a ello) ocurra.

¿Por qué señalar con el dedo inquisidor a los videojuegos si millones de niños juegan juegos violentos y a casi ninguno de ellos se le ocurre ir a matar a alguien (incluso se debate si existe correlación alguna entre videojuegos y violencia aquí y aquí)? ¿Por qué centrarse exclusivamente en el bullying cuando millones de niños lo sufren y no es como que gran parte de ellos decida ir a matar a sus compañeros?

Para que algo así ocurra muchas variables tienen que alinearse, interconectarse y coincidir de tal forma que deriven en la lamentable tragedia que ocurrió en Torreón.

La salud mental es una variable muy relevante. Que un niño tenga una salud mental deteriorada es casi condición necesaria para que algo así ocurra, pero no es condición suficiente. Muchos niños padecen trastornos mentales y no salen a matar a la calle.

Si vemos cómo aconteció la historia podemos darnos una pista de todas las variables que pudieron estar en juego. Seguramente el niño tenía problemas mentales, él quiso recrear lo ocurrido en la Masacre de Columbine, tuvo acceso a armas, pudo ingresarlas a la escuela, seguramente era víctima de bullying, se sospecha que tenía conflictos familiares. Posiblemente basta con quitar una de todas esas variables para que la tragedia no ocurriera. Incluso cosas que pueden parecer tan insignificantes como, por ejemplo, que sea invierno (en el entendido de que en invierno las depresiones aumentan), pueden ser la gota que derrame el vaso.

En el libro Talking to Strangers, Malcolm Gladwell argumenta que sabemos menos de las personas que no conocemos de lo que inferimos, y pone un ejemplo que podría ayudarnos a entender de mejor forma este caso:

En el Reino Unido, nos dice Gladwell, muchas personas se suicidaban con la ayuda de las estufas de monóxido de carbón que hacían relativamente fácil la tarea. Por razones que no tenían nada que ver con la tasa de suicidios, el gobierno de esta nación llevó a cabo una campaña para remover estas estufas con el fin de sustituirlas por otras más modernas, las cuales no serían útiles para quitarse la vida. Uno podría esperar que las personas buscaran otra forma de suicidarse porque “quien quiere matarse lo hace”, pero esto no ocurrió y con la desaparición de estas estufas la tasa de suicidios se redujo.

Hay muchas variables involucradas en un suicidio. Quien se quita la vida muy probablemente tiene un padecimiento mental como depresión, ansiedad o algún otro. Posiblemente le haya ocurrido un evento muy difícil. Ahí están los problemas latentes. Pero el hecho de tener una herramienta para suicidarse de forma fácil (la estufa de monóxido de carbón) es la gota que derrama el vaso.

El que suicidarse sea fácil o no lo sea puede ser la variable que defina el resultado final, pero no es la única, solo es una de tantas.

Y aunque estas estufas aumentan la incidencia de suicidios, no es como que explique los suicidios por completo, ni mucho menos podríamos hablar de una “estufa asesina” o algo por el estilo. Una persona que no tenga depresiones o no haya sufrido un evento traumático no se suicidará por el simple hecho de tener una estufa de monóxido de carbón en su casa.

Lo mismo pasa con el alumno. El simple hecho de que no tuviera acceso a un arma habría sido condición suficiente para que la tragedia no ocurriera. Pero si el niño no hubiera sufrido bullying, o no tuviera problemas, o tuviera una escuela con una entrada más vigilada, o inclusive el caso hipotético de que viviera con sus papás y no con su abuela, entonces la tragedia no habría ocurrido. Incluso puede ocurrir que con solo cambiar de ciudad donde ocurre este escenario (el mismo niño, los mismos problemas) el resultado sea diferente.

Y como son muchas variables las que explican la tragedia, entonces solo podemos llegar a la conclusión de que el problema se debe combatir desde muchos flancos para que reducir la posibilidad de que esto vuelva ocurrir al mínimo. Sí, tenemos que hablar de la salud mental; sí, tenemos que hablar del hecho de que un niño pueda tener acceso a armas; sí, tenemos que hablar de la cohesión familiar; sí, tenemos que hablar del bullying. Tenemos que hablar de todo.

Y tenemos que hablar de todo porque si bien argumenté que es posible que puede bastar extraer una variable para que el resultado sea diferente, si solo atendemos a una, basta con que las otras variables sigan presentes para que se combinen con alguna otra para que ocurra otra tragedia.

Digamos que otro niño tiene los mismos problemas que éste con excepción del bullying que aquél no sufre. Puede darse el caso de que el maestro repruebe a este otro niño y ello desate otra tragedia. O en el caso del Reino Unido, habría bastado con que apareciera alguna tecnología que, de alguna forma, también ayudara a la gente a suicidarse de forma fácil como lo hacían con la estufa de monóxido de carbón para que las tasas de suicidio vuelvan a su estado anterior.

Por eso es que tomar una camiseta con el nombre de un videojuego como línea de investigación es absurdo y hasta demagógico. Absurdo es pensar que basta solo con atender una de las tantas variables involucradas para evitar que esto se vuelva a repetir. El problema tiene muchas dimensiones, hay que atender el mayor número de ellas posibles.

Y entendiendo que son muchas las variables involucradas, que el estado de cosas en nuestro país de posibilidad a que tragedias así ocurran (no es la primera vez), nos habla de que hay cosas que no están bien en la sociedad. Y el problema es que algunas de esas variables, conjugadas con otras, también crean otro tipo de problemas.

Pensar que un problema tan fuerte como este tiene una sola causa es ocioso y no va a combatir el problema. Menudo dilema para los hacedores de políticas públicas e incluso para la sociedad en su conjunto.

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El Cerebro Habla.