
Jorge Montejo
El reciente nombramiento de Adrián Rubalcava como director del Metro de la Ciudad de México no solo sorprendió por su perfil político, sino que reveló un entramado de influencias que va más allá de lo administrativo. El pasado 19 de marzo, en una fiesta privada organizada por el empresario José Luis Salinas Gutiérrez, se celebró anticipadamente el ascenso de Rubalcava al cargo, dejando entrever que la decisión estaba tomada semanas antes de su anuncio oficial. En ese evento, Salinas, conocido por su habilidad para construir relaciones públicas con las élites empresariales y políticas, bromeó diciendo que “ser director del Metro es mejor que ser gobernador de Tlaxcala”, mientras el propio Rubalcava, en un intento de deslindarse, pidió que el comentario no trascendiera públicamente.
Entre los asistentes a la fiesta se encontraban figuras clave de la política mexicana vinculadas a Morena, como el senador suplente Emmanuel Reyes Carmona, conocido por su militancia en la iglesia La Luz del Mundo. Esta organización religiosa ha sido objeto de controversia debido a acusaciones en contra de sus líderes, pero ha logrado mantenerse como un actor influyente dentro de ciertos círculos políticos. También estuvieron presentes la senadora hidalguense Sandra Simey Olvera Bautista, la petista Ana Karen Hernández y el senador del Verde Luis Armando Melgar, conocido por sus relaciones con el grupo empresarial de Ricardo Salinas Pliego. La presencia de estos personajes no pasó desapercibida, pues demuestra la capacidad de José Luis Salinas Gutiérrez para convocar a actores clave de la política y los negocios en México.
El anfitrión del evento, Salinas Gutiérrez, ejemplifica la convergencia entre poder económico y político que persiste en la 4T. Con antecedentes empresariales que abarcan desde la producción de tequila y aguacate hasta el negocio de la gasolina y las guarderías, su capacidad para vincularse tanto con priistas como con morenistas ha quedado demostrada en eventos sociales como el mencionado. Además, su habilidad para tejer alianzas ha sido una constante desde sus años como accionista del tequila Don Ramón y su incursión en el negocio de franquicias como El Pollo Feliz en Jalisco.
Aunque la jefa de gobierno, Clara Brugada, asumió públicamente el costo político de la designación de Rubalcava, fuentes cercanas a su entorno señalan que la decisión no fue tomada directamente por ella. Más bien, la designación parece obedecer a presiones externas vinculadas con sectores influyentes dentro del movimiento. Claudia Sheinbaum también expresó su apoyo al nuevo director del Metro, argumentando que se le debía dar una oportunidad para demostrar su capacidad. Sin embargo, en la percepción pública persiste la idea de que el cargo fue negociado mucho antes del anuncio oficial.
Lo que genera mayor inquietud es la presencia de personajes vinculados a La Luz del Mundo en eventos políticos de esta naturaleza. La organización religiosa, que ha sido objeto de múltiples controversias, parece mantener un poder de lobby significativo en la estructura de Morena, particularmente a través de figuras como Reyes Carmona. Este hecho sugiere que, a pesar del discurso de transformación, persisten viejas prácticas de negociación entre lo político y lo religioso que ponen en duda la separación de poderes en la gestión pública.
Este episodio evidencia que el poder en la 4T sigue operando bajo esquemas tradicionales, donde los acuerdos entre sectores políticos, económicos y hasta religiosos siguen determinando nombramientos estratégicos. La vinculación de Rubalcava con personajes asociados a La Luz del Mundo y empresarios influyentes como Salinas Gutiérrez demuestra que el cambio prometido por Morena enfrenta dificultades para desmantelar la red de influencias que históricamente ha caracterizado a la política mexicana.
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